Su nombre significa oveja. Era la hija menor de Labán, esposa del patriarca hebreo Jacob, y madre de José y de Benjamín. Su historia aparece en Génesis cap. 29-35. Por muchos años fue estéril. Más tarde Dios se acordó de ella y le dio a José, su primer hijo. Murió al nacer su segundo hijo, Benjamín. Fue sepultada cerca de Belén.
Jacob fue enviado
por Isaac y Rebeca a buscar esposa entre los parientes de su madre en
Padan-aram. Se encontró con Raquel cuando ella estaba pastoreando las ovejas de
su padre, y de inmediato la ayudó a dar agua a los animales, retirando la
piedra de la boca del pozo. Labán lo recibió en su casa, donde vivió veinte
años. El amor de Jacob hacia Raquel es uno de los ejemplos destacados del amor
humano en la Biblia (siete años de servicio a su suegro “le parecieron como
pocos días, porque la amaba”). Como resultado de las artimañas de Labán, al
convertir a Lea en su primera esposa, presumiblemente logrado mediante el
recurso de ponerle velo a la novia, Jacob sirvió otros siete años por Raquel,
tiempo durante el cual su amor no flaqueó.
Durante los
primeros años de vida matrimonial Raquel fue estéril, e inspirada por la
envidia ante la fertilidad de Lea, entregó a su sierva Bilha a Jacob para que
ésta tuviera hijos para ella. Posteriormente Raquel dio a luz a José, hijo
favorito de Jacob. El nacimiento del segundo hijo de Raquel, Benjamín, ocasionó
su muerte.
Se sabe que
Raquel era adoradora del Dios verdadero, pero tuvo fallos humanos. El que
robase los terafines (pequeñas imágenes idolátricas) y los llevase con ella se
pudo deber a lo que había aprendido de pequeña. A pesar de sus debilidades,
Jacob la amó mucho, y aun de viejo la consideró su verdadera esposa y estimó a
los hijos de ella más que a todos los demás.
Se dice de Raquel
y Lea que son las que “edificaron la casa de Israel”.
Extraído del Boletín
de Oración mensual de la iglesia. (Marzo 2013)
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